El triunfo de la Iglesia

La Vocación Común: Encontrar la Santidad en la Vida Cotidiana

Además de la vocación general, que es el decreto eterno por el que Dios llama a todos los hombres a la salvación, mediante la profesión de la vida cristiana en la Iglesia católica, existen dos clases de vocaciones, que yo llamaré: vocación común y vocación de privilegio.

Vocación común es la que tienen la mayoría de los hombres que viven en el mundo. Es la de aquellos que, después de haber seriamente reflexionado, no hallan razones especiales para pensar que Dios les llama por un camino extraordinario. Las obligaciones que tienen que cumplir son sencillas: además de la fidelidad a los deberes generales de la vida cristiana, tienen que cumplir los derivados del empleo o profesión que ejercen.

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Esta vocación es buena y agradable a Dios. Siguiéndola, se puede alcanzar la eterna salvación y ganar muchos méritos. Almas ha habido que, viviendo en medio del mundo, han llegado a tan alto grado de santidad que han sido la edificación de sus contemporáneos con el ejemplo de sus virtudes.

Sería un grave error creer que esta vida común carece de nobleza o es digna de menosprecio. Los que por exaltar el estado religioso rebajan el hogar y la familia cometen un grave abuso. ¿No es acaso el trabajo, el honor del obrero? ¿No baja la bendición de Dios sobre los padres y las madres de familia, y no visita especialmente los hogares donde reina la alegría de numerosos hijos?

Les aseguro que la vida de familia es un estado santo en sí mismo, y los padres son dignos del mayor respeto. ¿Quién sería capaz de contar los santos que han ganado el cielo y merecido el culto de la Iglesia por este camino? Santa Felicidad, santa Perpetua, santa Mónica, santa Isabel, san Luis, san Isidro, san Joaquín y tantos otros, han encontrado en él, no los obstáculos sino los medios para llegar a una eminente santidad.

A ese bendito estado son llamadas todas las almas que no sienten ningún atractivo particular por la vida religiosa. Para entrar en este camino no es menester haber oído ningún llamamiento de lo alto; por el contrario, para dejar de seguir este camino común, se necesita haber tenido alguna señal de Dios.

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Dentro de la vocación común, todavía se habrán de determinar por alguna vocación más especial. Las carreras civiles, con sus numerosos matices, no convienen a todos por igual. Cada cual escoge la que prefiere, por parecerle la mejor. Para esta elección solamente deben inclinarse por razones serias. Deben escoger con rectitud, con juicio, y siempre desde el punto de vista cristiano. Rueguen, pues, a Dios que los dé a conocer su voluntad y tengan confianza en su sabiduría infinita y en el amor inmenso que los tiene.

Mejor que ustedes conoce Dios el barro de que están formados, su modo de ser, su temperamento, sus aptitudes y gustos; mejor que ustedes sabe Él lo que les conviene, tal como son, con este cuerpo que tienen, esta alma, esta inteligencia, esta voluntad y este carácter; mejor que ustedes conoce las gracias que les ha concedido y las que les tiene destinadas; las circunstancias que les aguardan en el transcurso de su vida, las personas y cosas con las que tendrán relación.

Sí, ciertamente, por su infinita sabiduría conoce todo lo que se refiere a ustedes, y por su soberana bondad no quiere más que su mayor bien, su felicidad incluso temporal, tanto o más que ustedes, y sobre todo mejor que ustedes.

No teman pues: Dios no les llama a un estado que los haga ser desgraciados; déjenle hacer: Él sabrá ponerles precisamente en su lugar. Allí, y solamente allí, es donde se sentirán bien. En cualquier otro lugar estarían mal.

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Estén persuadidos de que la vocación común, aunque tenga peligros, no es ningún estado de perdición; y que las almas piadosas y virtuosas no son llamadas necesariamente a salir de este mundo, sino al contrario: es preciso fundar familias cristianas con jóvenes profundamente honestos y religiosos. Lo esencial es que preparen su alma para que conozca y siga fielmente la voluntad de Dios[1].


[1] Fuente: Cf. J. Millot, Pbro, CAMINO DE APÓSTOL

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Redacción SMCR

Las publicaciones firmadas como «Redacción SMCR» son producidas por miembros del equipo de redacción bajo la supervisión del Responsable del Equipo Editorial de nuestro instituto, quien garantiza que cada contenido sea fiel a los principios rectores de la Sociedad Misionera de Cristo Rey. Como nos enseñó el Padre José María Alba S.J., «¿Para qué queremos la vida si no es para gastarla en el Divino servicio?». Si deseas ponerte en contacto con nosotros o tienes algún comentario sobre nuestro contenido, por favor escribe al correo contacto@misionerosdecristoreyperu.com.
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