Vivimos en tiempos en los que muchos hombres se han ido alejando de Dios y de la Iglesia. La manera moderna de pensar y de vivir ha ido separándose de la fe cristiana hasta el punto de que, en muchos lugares, se percibe una auténtica apostasía y una subversión profunda no solo de lo que un día fue la sociedad cristiana, sino incluso de los fundamentos mismos que sostienen el orden natural. Esta realidad no debe desanimarnos, sino despertarnos. Es una llamada urgente a renovar nuestra identidad misionera y a asumir con valentía la responsabilidad de iluminar el mundo con la verdad del Evangelio.
La Sociedad Misionera de Cristo Rey nace precisamente para responder a esta necesidad. Impulsados por un amor sincero a Jesucristo y a la Iglesia, sus miembros sienten la obligación de trabajar con todas sus fuerzas para que la vida pública y privada vuelva a respirar el espíritu del Evangelio, para que la sociedad recupere un orden justo, conforme a la doctrina cristiana, y para que todos aquellos que se han alejado puedan regresar a la Iglesia y participar de la vida divina que Cristo ofrece.
Esta misión no se limita a acciones aisladas ni a simples esfuerzos humanos. Es una consagración total: evangelizar de nuevo, recristianizar corazones, familias y sociedades enteras. Se trata de llevar a Cristo allí donde ha sido olvidado, de encender la fe donde se ha apagado, de restaurar lo que se ha herido. Este esfuerzo no conoce fronteras, porque el bien, cuanto más universal, más divino. Por eso, el espíritu apostólico de esta Sociedad Misionera no se encierra en una diócesis, una región o una nación determinada; se proyecta con mirada católica hacia el mundo entero, con una atención especial a las naciones americanas que recibieron la fe a través de los misioneros españoles, y también hacia aquellos lugares donde la semilla del Evangelio no ha sido sembrada con abundancia.
Esta visión misionera no es una teoría: es una entrega real, concreta y disponible. El mayor servicio que la Sociedad Misionera de Cristo Rey desea ofrecer a la Iglesia es precisamente la disponibilidad total de cada uno de sus miembros para trabajar allí donde la necesidad sea mayor, donde Dios pueda ser más servido y donde las almas puedan recibir más ayuda. Esta actitud de entrega plena define la esencia de la misión: un corazón que se deja enviar, que no pone límites, que quiere que Cristo reine en todas las realidades humanas.
En un mundo herido por la confusión moral y el relativismo, esta misión no solo es urgente, sino profundamente esperanzadora. Significa recordar que Cristo sigue siendo la luz del mundo, que su Evangelio tiene fuerza para transformar culturas enteras y que nada está definitivamente perdido mientras haya corazones dispuestos a anunciarlo. La Sociedad Misionera de Cristo Rey quiere ser instrumento de esa renovación, una llama encendida en medio de la oscuridad, un testimonio vivo de que Cristo continúa llamando a todos a la verdad, al amor y a la vida plena.
Cristo cuenta contigo…