Ordenación

La Vocación es un asunto muy importante ¿Lo has pensado?

Voy a hablarles de una cosa muy importante. Todos han tenido la dicha de hacer la primera Comunión… Después de haberse preparado con toda la seriedad que este acto requiere, se acercaron a la sagrada Mesa llenos de fe y de amor. Y Nuestro Señor, al entrar en su alma, la llenó de sus más preciosas gracias de fortaleza, de alegría y felicidad.

Todavía están ahora bajo la dulce impresión de las maravillas que Dios ha obrado dentro de ustedes y recuerdan las santas emociones que han hecho latir su corazón; pero, ahora, preciso es que les diga: «Su infancia pasó ya para ustedes; y es cuestión de que empiecen a reflexionar seriamente sobre lo que harán en este mundo para que su vida sea útil y meritoria.»

Deben hacerse esta pregunta: ¿Cuál es mi vocación? Y vocación quiere decir la voz de Dios que llama a cada uno a tal o cual carrera o misión, que ha de ser la suya.

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La vocación es un asunto muy importante, porque si aciertan con la que Dios los tiene destinada, se pondrán en manos de la Providencia, y Ella hará que cumplan enteramente la divina voluntad.

Una de las verdades más consoladoras de nuestra santa Religión es que hay una Providencia que mira solícita a cada uno de nosotros hasta el punto de que —según nos dice el Evangelio— ni un solo cabello cae de nuestra cabeza sin el permiso del Padre Celestial. La casualidad es una palabra que no tiene ningún sentido. Dios cuida de nosotros con amor y dirige cada uno de nuestros pasos.

Cuando tengan bastantes años más, quedarán admirados del modo cómo Dios los ha llevado de su mano, sirviéndose de los hombres y de los acontecimientos, para su felicidad temporal y eterna.

Pues bien, una de sus primeras preocupaciones debe ser la de contribuir a la obra de la Providencia, siguiendo las indicaciones que se les dan para el cumplimiento de su destino. El fin de toda criatura en este mundo es cumplir la santísima y adorable voluntad de Dios.

Nadie tiene, pues, el derecho de hacer lo que quiera; así como no está bien que el criado se ocupe en lo que le parezca, o que el soldado se ponga en el sitio que más le plazca o tome el grado que le convenga. El general es quien debe asignar a cada soldado su lugar y empleo en el ejército. El amo quien ha de indicar a su criado lo que debe hacer en la casa. De igual modo, a Dios pertenece señalar a cada uno la clase de servicio que de nosotros espera para su mayor gloria.

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El asunto de la vocación es muy importante, porque si aciertan, habrán hallado la felicidad ya en este mundo.

Si no están donde Dios los quiere, necesariamente serán desgraciados. No tendrán derecho a las gracias especiales y proporcionadas que Dios les reservaba.

Se habrán sustraído a la asistencia divina. Fuera de su vocación, no tendrán ya derecho a las gracias de estado.

Ha escrito un cristiano de nuestro tiempo: «Me asusta pensar que toda la vida de un hombre depende de dos o tres Sí y de dos o tres No, pronunciados entre los dieciséis y los veinte años. ¿Aceptas, Sí o No, este trabajo, esta posición, este país, este maestro, este partido, esta profesión, esta clase de vida? Con la respuesta que den se decide: una carrera, que tal vez se os hará insoportable; un trabajo, quizá impracticable; un hogar, intolerable tal vez. Lo dicho se convierte en un hecho; ¡y así queda ya fijada la suerte para siempre!»

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La vocación es un asunto muy importante, porque si aciertan, aseguran su felicidad eterna.

San Alfonso María de Ligorio dijo: «Muchas personas creen que es indiferente vivir en el estado a que Dios los llama o bien en el que ellas mismas escogen según sus propias ideas: de ahí que se vean tantas vidas desordenadas y tantas almas que se condenan. El que no responde a la llamada de Dios, difícilmente se salva; en vano podrá hacer esfuerzos y afanarse mucho: por más que corra, siempre lo hará fuera de su camino. La vocación es como la rueda principal del engranaje de la vida. Así como en un reloj, si se estropea la rueda maestra todo va mal, lo mismo sucede en nuestra existencia: si no se corresponde a la propia vocación, todo anda mal en la vida.»

Si siguen, pues, su vocación, tendrán muchas probabilidades de llegar a la felicidad del Paraíso, a pesar de su flaqueza.

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En la vida hay tres grandes momentos: el bautismo, la elección de estado y la muerte.

El primero lo han pasado ya. Todos han recibido el Bautismo, que los da derecho a entrar en el Cielo.

Han llegado al segundo momento, y en él tal vez se decidirá su eternidad feliz o desgraciada.

Si entran en seguida por el buen camino, irán probablemente al cielo. Pero si pasan por la puerta falsa, podría ser que acabasen en el infierno.

Ciertamente es importantísimo el momento de preguntarse: ¿Qué vocación es la mía?[1]


[1] Fuente: J. Millot, Pbro, Camino de Apóstol.

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Redacción SMCR

Las publicaciones firmadas como «Redacción SMCR» son producidas por miembros del equipo de redacción bajo la supervisión del Responsable del Equipo Editorial de nuestro instituto, quien garantiza que cada contenido sea fiel a los principios rectores de la Sociedad Misionera de Cristo Rey. Como nos enseñó el Padre José María Alba S.J., «¿Para qué queremos la vida si no es para gastarla en el Divino servicio?». Si deseas ponerte en contacto con nosotros o tienes algún comentario sobre nuestro contenido, por favor escribe al correo contacto@misionerosdecristoreyperu.com.
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