Proyecto nuevo

Sobre la virtud teologal de la esperanza y el Jubileo del año 2025

Bajo el lema “Peregrinantes in Spem” (peregrinando en la Esperanza) transcurre el Jubileo del presente año 2025. Con el deseo de penetrar con más profundidad en el espíritu de este Año de Gracia, presentaremos en sucesivos meses una serie de enseñanzas y reflexiones sobre la virtud teologal de la Esperanza.

“La esperanza -como decía nuestro muy querido P. Alfredo Sáenz, S.I.- es la tensión profunda del alma hacia el Dios descubierto por la fe. Gracias a la fe el hombre conoce a Dios, se le aproxima, lo introduce en su inteligencia y su corazón. Y ese Dios entrañado atrae al hombre hacia sí, infunde en su voluntad una suerte de atractivo hacia el Dios poseído por la inteligencia”.

San Agustín, con su incomparable sabiduría, nos recuerda las profundas paradojas de la virtud de la esperanza. Esta virtud nos invita a mantenernos en una búsqueda constante, reconociendo que por la fe ya hemos encontrado a Dios, pero seguimos anhelándolo con una esperanza viva: “No te buscaría si no te hubiese encontrado”, decía el Santo. Estamos entre el ya, pero todavía no; la inteligencia nos lleva a conocer y la voluntad nos impulsa a desear. La santa inquietud que sentimos hasta reposar en Dios es una señal de nuestra búsqueda constante del Señor en nuestro estado de viadores, de peregrinos; búsqueda que nos impulsa a vivir con un propósito y una dirección, pues la atracción divina siempre nos pone en tensión y nos llama a una relación más profunda con Él.

Peregrinamos hacia el Cielo, hasta alcanzar la posesión de lo que buscamos, la felicidad anhelada, la visión de Dios. La esperanza es esa fuerza que nos impulsa a seguir adelante, sabiendo que aún no hemos alcanzado la plenitud de nuestra búsqueda, pero confiando en que estamos en el camino correcto.

Lo que acaece en cada individuo, sucede asimismo en la Iglesia militante tomada en su conjunto. San Juan Pablo II, en un discurso a los Institutos de Educación Católica de Roma (3-IV-1979), lo expresó con originalidad: “La Iglesia debe caminar en la historia con los ojos dirigidos hacia atrás (Ecclesia retro-oculata) y, a la vez, hacia adelante (Ecclesia oculata); pero sobre todo elevados hacia arriba, hacia Cristo su Señor (Ecclesia supra-oculta): levatis ad Dominum oculis…” La Iglesia es un organismo vivo que mantiene un equilibrio entre su rica tradición y la esperanza futura. Al mirar hacia atrás, reconocemos y honramos nuestra herencia espiritual, quedamos enraizados en Cristo; al mirar hacia adelante, nos impulsamos por la esperanza hacia la gloria anhelada, siempre con los ojos levantados al Señor.

Picture of P. Miguel Acosta m.C.R.

P. Miguel Acosta m.C.R.

De nacionalidad española, fue ordenado sacerdote en 1998. Es licenciado en filosofía y letras por la Universidad de Barcelona. En la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia estudió la licenciatura en estudios eclesiásticos y la licenciatura en teología con especialidad en biblia. Trabaja en Perú desde el año 2007. Actualmente es el vicario responsable de la zona pastoral Santa María, Yanacoto y Chacrasana de la diócesis de Chosica. Además es el Superior de la Sociedad Misionera de Cristo Rey en Perú.
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P. Miguel Acosta m.C.R.

De nacionalidad española, fue ordenado sacerdote en 1998. Es licenciado en filosofía y letras por la Universidad de Barcelona. En la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia estudió la licenciatura en estudios eclesiásticos y la licenciatura en teología con especialidad en biblia. Trabaja en Perú desde el año 2007. Actualmente es el vicario responsable de la zona pastoral Santa María, Yanacoto y Chacrasana de la diócesis de Chosica. Además es el Superior de la Sociedad Misionera de Cristo Rey en Perú.