Anunciación

Las tres Avemarías de Carlos María, una promesa salvadora

Mi capitán, después de escucharle atentamente, me dan ganas de ser católico.

  • Pues no te desanimes. Ponte bajo la protección de la Santa Madre de Dios. Mira, me vas a prometer una cosa: vas a rezar todos los días tres Avemarías
  • Pues si sólo es eso, ¡hecho!

Y chocaron las manos teniente y capitán, ambos servidores del ejército inglés en la compañía de Cipayos. El teniente, de origen indio, cumplía su promesa y platicaba con frecuencia con su capitán. Y un día pidió acompañarle a la Misa. Cuando llegó a la sacristía el capitán lo presentó al Capellán que se quedó asombrado cuando vio que el teniente estaba a sus pies suplicándole le hiciera cristiano y le consagrara a la Virgen Santísima.

  • Pero… ¡qué significa esto?, dijo el pater admirado.
  • Ayer tarde, contó el teniente, cuando llegue al Campamento, después de una prolongada marcha, estaba tan rendido y fatigado que me eché a descansar en la litera de campaña vestido como iba, y sin rezar las tres Avemarías que había prometido y que en todos los días precedentes sí que recé. Quede dormido profundamente… Era la media noche cuando me despertó una fuerte sacudida. Me incorporé y encendí la linterna. Experimentaba la sensación de que no estaba solo. Miré a mi alrededor, pero no vi nada que me llamara la atención.
    Y como tenía muchísimo sueño, dejé caer la cabeza sobre la almohada. De pronto me acordé de las tres Avemarías olvidadas. Sentí el descuido, y haciendo un esfuerzo salté de la litera y me puse a rezarlas. Apenas comenzadas, no pude seguir. Con terror y espanto, mis ojos miraron fijamente a la cama. De debajo de la almohada, salía una horrible serpiente con la boca abierta y la lengua amenazante… Por la cresta que la coronaba, conocí que era una «cobra capella», especie de las más venenosas, cuya mordedura es siempre mortal…
    El monstruo desenroscaba lentamente sus anillos repugnantes sobre mi cama… Yo, de momento, estaba hipnotizado y quieto por el pasmo. Pero antes de que el reptil se alargara más y me atacase, tomé la espada y, de un golpe, le rompí la cabeza, que ya tenía erguida e intimidaba con su silbido amenazador. Y viéndome a salvo de tan grave peligro, comprendí que a la Madre de Dios debía mi salvación, y me postré para rezar las tres Avemarías, y mientras las rezaba tome la firme resolución de abrazar la religión de Cristo.

Capitán y sacerdote se ocuparon de la instrucción y en tres meses ya era bautizado. Cuando el pater le preguntó «¿cuál es tu nombre?», el teniente respondió: «Carlos-María». Carlos, en agradecimiento a mi Capitán, y María, en honor a mi Madre del Cielo.

No cuesta nada rezar las tres Avemarías, no cuesta nada ser buen hijo de María, pues como bien decía el beato fray Leopoldo de Alpendeire, las tres Ave-Marías tenían siempre la misión de cambiar el agua del dolor y de la tristeza en el vino del consuelo y de la alegría. Ante miles de preguntas y peticiones de todo tipo, Fray Leopoldo respondía en pocas palabras: querido hermano, querida hermana, reza con fe tres Ave Marías a la Divina Pastora. Fray Leopoldo tenía absoluta confianza en la eficacia de esta oración mariana. Cuando entraba en las casas saludaba siempre con el rezo de las tres Ave Marías. Dice un testigo: “Aquellas Ave Marías las rezaba con tanta piedad que me hacía pensar que valían más que los 365 rosarios que yo rezaba en un año”. No cuesta nada, y es camino de salvación… y de santidad.

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Redacción SMCR

Las publicaciones firmadas como «Redacción SMCR» son producidas por miembros del equipo de redacción bajo la supervisión del Responsable del Equipo Editorial de nuestro instituto, quien garantiza que cada contenido sea fiel a los principios rectores de la Sociedad Misionera de Cristo Rey. Como nos enseñó el Padre José María Alba S.J., «¿Para qué queremos la vida si no es para gastarla en el Divino servicio?». Si deseas ponerte en contacto con nosotros o tienes algún comentario sobre nuestro contenido, por favor escribe al correo contacto@misionerosdecristoreyperu.com.
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